CRÓNICAS DE UNA BARRA DE BAR II

Me presentaron antes sus lágrimas que su risa, aunque me enamoré de lo segundo.
Cuando ves tantas veces llorar a alguien, una sonrisa suya es como ese rayo de sol curioso que se cuela entre las nubes, recorre el cielo, cruza tu ventana y se detiene a tus pies, iluminando tu habitación, iluminando tu vida por un instante.
Y una mañana lluviosa y gris pasa a ser la más bella de las situaciones. ¿Acaso habría arcoíris sin lluvia?
Así era ella, un arcoíris. Disfrutar de sus colores requería soportar tormentas, aguaceros y días grises. Mereció la pena.
Con ella comprendí que lo más bello de las aves no son sus plumas, colores o canto. Que lo más bello es verlos volar, hacer piruetas imposibles en el aire... Y si eres paciente y tienes suerte, se acerquen tanto a ti que el viento del batir de sus alas te golpee el rostro.
La amé tanto como amo la libertad. Porque eso era...libertad.
Tan efímera, tan salvaje, tan pura...
Me caló, como el frío de las mañanas de abril.
Y si de algo le estoy agradecido... 
Es por volver más bellos los curiosos rayos de sol, los arcoirís... Los pájaros...
Abril.

HAY PERSONAS QUE TRAS CONOCERLAS DESCUBRES QUE TE GUSTÓ MÁS EL TRAILER.

33



Hoy parece que he despertado de largos años de sueños, de vidas paralelas a la mía. Cubiertas de niebla espesa y plagadas de personajes oníricos... No me queda más que guiñarles un ojo, cómplice, mirar al frente y seguir mi camino.

Una semana desde que cumplí 33. La misma edad con la que murió el chavalito este que sacáis esta semana por las calles.
Voy a celebrar que también resucito. Con regalos que dicen mucho. Ropa y cinturón de amigos que confío siempre estén ahí, para abrigarme y protegerme.
Alcohol de amigo, confidente, "psicólogo"... Que sé que siempre estará ahí, haciéndonos la vida más fácil y quitándole seriedad a este mundo cabreado.
Un libro...y qué libro. Mi amado Lobo Estepario, de alguien muy especial para mí. Para que mi mente nunca se conforme con lo establecido, para que siga adelante.

Sí, he perdido mucho por el camino, también he ganado otro tanto... Y aquí sigo y seguiré. Intentando escribir más y hablar menos. Amar más y odiar menos. Dar más y necesitar menos. Y como dice una gran amiga "Siempre quedarán los mejores".

CRÓNICAS DE UNA BARRA DE BAR I

Aún recuerdo la primera vez que la vi ducharse después de follar. Recuerdo tener envidia del agua que la cubría y la abarcaba por completo, tal como había intentando yo esa misma noche. 
Quizá nunca me reconcilié con el agua, quizá por eso bebo alcohol tantas noches; y quizá, solo quizá, por eso tampoco nos volvimos a ver ella y yo.

TIEMPO MUERTO I

He retorcido las ansias de vivir hasta su límite natural. He amado, odiado, querido y ansiado hasta que saqué amarguez y me di por vencido. Y morí, como mueren las flores... Cabezabajo.

Nunca hubo lugar para ti. Y ya es hora de dormir.

HOY MALDIGO

Hoy maldigo a las quietas noches, las de fácil pluma, en las que el zumbido eléctrico del frigorífico y las desesperadas llamadas de las gatas callejeras me acompañan.

Hoy maldigo mi insomnio. Un insomnio que, como de una oscura e intima R'lyeh, trae consigo el despertar de mis dioses antiguos, mis mitos olvidados. Mis miedos y anhelos enfrentados.

Hoy maldigo mi nueva filosofía barata, que el secreto de todo es aceptar los finales. Que todo se reduce a soltar lastre y arriar las velas hasta ver de nuevo tierra y conquistarla.

Hoy maldigo mi pena, cuando los suspiros suenan como el crujir de muebles en la noche. Cuando el corazón encogido cabría en un paquete de tabaco e igualmente acaba en humo y cenizas.

Hoy maldigo a todas las mujeres que me hicieron racionalizar hasta tal punto el amor que despejo incógnitas al dividir dos piernas. Y al hacer balance de todos estos años, mi mínimo común denominador bien podría ser: Casi te quiero.

Hoy te maldigo a ti.

Hoy me maldigo yo.

Y puede que, como el lobo estepario de Hesse, jamás esté contento con ser feliz, que no haya sido creado para ello... Que quiera algo más.


BREVE ALEGATO DE AMOR.

En derecho, la carrera que tú estudiaste, existe la expresión “Ubicumque sit res, pro domino suo clamat”.
Que significa: Dondequiera que se halle o se encuentre una cosa, clama por su dueño.

Quizá por eso mi corazón aún late en tus manos.
Puede que por eso te pude perdonar.
Y quizá, solo quizá, por eso a veces pienso en ti y de mi boca un suspiro se escapa y con pasión toma forma de palabra: zorra.
Mi zorra...


Fdo.: Un pecho vacío.

EL COLUMPIO

CAPÍTULO 1
Estoy en un columpio. La gravedad me atrae y describo un amplio arco entre el crujido de las cadenas metálicas que me soportan. El tiempo parece detenerse.
Veo mis pies desnudos, el cielo azul; una golondrina dibuja un ángulo imposible en él, quizá acaba de capturar un invisible insecto en la maniobra. Pienso entonces en la muerte, una muerte ocurrida justo en ese precisoinstante.

Noto la gravedad tirando de mí, miro algo más hacia arriba y veo el sol. Me deslumbra. Pienso en la enorme distancia que nos separa. Casi 150 millones de kilómetros y noto su calor. Pienso entonces en la vida creada bajo ese distante y a la vez tan cercano astro. En una milésima de segundo recuerdo cada uno de los amaneceres que he visto, sí, esos deben de ser todos. Me quedo con uno en el país del sol naciente, cuando me aventuré en Japón y encontré algo que no buscaba. A mí.
Risas de niños me sacan dulcemente de mis pensamientos sobre sol. La gravedad se hace más palpable. Bajo.

CAPÍTULO 2
Antenas, edificios, humo, polución. Cierro los ojos. Veo mi propia sangre. El rojo de mis párpados. Los abro. Tierra, tierra amarilla. Albero que me recuerda a mi infancia. Rodillas magulladas. De nuevo rojo sangre. Inocencia. Tiempo. Anhelos. Ya no veo mis pies desnudos, aunque los noto rozar levemente la tierra. Resulta agradable. Por un instante pienso en los kilómetros que mis pies han hecho en 31 años. ¿Serán al menos la mitad de 150 millones? Imposible.

Las cadenas vuelven a crujir. Un lamento metálico que hace que tenga plena consciencia del peso de mi cuerpo bajando a una aceleración de 9'78 metros por segundo al cuadrado. Sonrío al pensar que comparto esa aceleración con todo lo que horada esta piedra que llamamos mundo. Mi mundo.

CAPÍTULO 3
Dejo atrás la tierra amarilla que apenas rozo con mis pies. Vuelvo a subir extrañado porque el crujido metálico ya no está acompañado con risas de niño. Ahora todo lo acompaña el silencio.
El cielo está negro salpicado por miles de millones de estrellas. Noto el frío en mi frente y en un esfuerzo utópico las intento contar. Me siento insignificante. Al principio me aterra, cuando cuento la decimotercera estrella ya no. Inmensidad. Infinito. Y yo observándolo. Sonrío.

De nuevo me asalta el concepto de tiempo. Veo fantasmas, la luz de la decimotercera estrella me llega ahora, pero quizá ya no exista. Me imagino en un columpio sujetado entre la doceava y la decimocuarta. Al lado de mi estrella, la trece. Le tomo el pulso, la acaricio y le digo que en una roca azul la recordarán en algún momento. Un niño en un columpio quizá.
La fuerza de la gravedad vuelve a llamarme. Bajo. Pero esta vez no quiero ver nada más. Cierro los ojos y todo se hace oscuridad. En la negra bajada me asaltan dudas, preguntas. Pero ya no tengo miedo. Las cadenas vuelven a crujir. Algún día dejarán de hacerlo. Sonrío.